miércoles, 19 de enero de 2011

Pintura Románica


En la pintura románica, como en la bizantina, persiste el sentido anti naturalista  y no existe la perspectiva.

El pintor concibe su obra como parte integrante del edificio resultando una pintura de carácter decorativo en la que el dibujo predomina y los colores planos se yuxtaponen, proponiendo intensos contrastes cromáticos.

Se procura crear composiciones sencillas, pero que impresionen, cuyo contenido se perciba desde el primer momento.

El pintor se centra en la figura animada y el fondo es fundamentalmente liso, a lo sumo, aparecen en el  la rama de un árbol o un trozo de edificio para sugerirnos la idea de un paisaje pero la corriente es que el fondo sean amplias zonas de colores planos.

La figura se traza con líneas muy gruesas, negras o de color rojo oscuro, que realza lo plano del colorido. Pero la pintura románica no solo es decorativa ya que el sentido del dibujo y del color  están  al servicio de ese deseo de expresar grandiosidad, eternidad y de infinito, también de justicia y poder de ese Dios juez, sin expresión pero justo.

El esquema iconográfico de la decoración  pictórica en el interior del templo tiene su centro en la capilla mayor.

La bóveda como el tímpano, se consagra al tema apocalíptico del Pantocrátor o Todopoderoso  (Cristo en majestad) dentro de la almendra mística y rodeada por los símbolos de los evangelistas, por ángeles y a veces por profetas. El Pantocrátor alguna vez cede su puesto a la Virgen con el niño (Virgen trono, es decir, no hay comunicación  entre el niño Jesús y la Virgen (, uno no mira al otro, pero si los dos de frente).

. Ejemplo de ello son las pinturas  murales del ábside de Santa Mª de Tahull. Estas figuras  no se rigen por la imitación de la naturaleza sino por una conceptualización racional. Esto hace que las figuras sean planas, alargadas y sin perspectiva.

 Los personajes se escalonan y adoptan diferentes tamaños  en función de su relevancia.
 Los ojos y las manos  adquieren desproporcionada dimensión  pues son las partes de la anatomía humana más expresivas espiritualmente hablando.

Un edificio de época románica no se consideraba terminado hasta que sus muros eran enfoscados y preparados para ser pintados. 

 La superficie cilíndrica del ábside  suele estar dedicada a profetas y a santos simétricamente distribuidos, derechos y de frente, aunque también se representa alguna escena e incluso se incluyen composiciones puramente decorativas (ejemplo San Isidoro de León).

Los muros laterales del templo se cubren con historias dispuestas en grandes zonas horizontales, subdivididas en cuadros.

La técnica de la pintura mural es decir la que cubre los  muros de los templos románicos se basaba en la preparación de la pintura a base de pigmentos coloreados diluidos en agua y cal.

Este tipo de pintura se aplicaba sobre la superficie mural (del templo) a la que previamente se había añadido una capa de enlucido para alisarla  (yeso, estuco…) La aplicación se hacía  cuando el enlucido estaba aún húmedo.  Al secarse el conjunto adquiría gran dureza y resistencia.

También está la pintura románica en tabla, esta se reduce a los frontales que se anteponen a los altares y como toda pintura en tabla se aplica sobre una capa de yeso.
 En su organización sencilla y clara refleja intensamente el estilo de la gran pintura mural.





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